Durante los últimos 8 años he vestido de negro. Integralmente. Para encontrar prendas de otro color en mi armario hay que bucear hasta lo más profundo, esquivar los cientos de camisetas de heavy, camisas negras, tejanos negros, muñequeras de pinchos, etc., y no aseguro nada. No he escogido este color por ningún tipo de convicción social, religiosa, moral o amoral, sino por mera comodidad. Mi capacidad para combinar los colores es inferior a la de Miguel Durán, y todo color que no sea blanco o negro me parece horrendo, quizás por que le atribuyo una falta de pureza que no se muy bien de donde ha salido.
Sin embargo, mi indumentaria de hoy es una camiseta roja, pantalones gris verdoso, jersey gris y blanco, zapatos marrones y ropa interior blanca. Me siento extraño, poco acostumbrado a ver colores al mirarme al espejo (mi piel es bastante pálida, seguramente debido a las largas horas que paso viendo películas, jugando o escribiendo), y un poco incomodo. Ya son cuatro las personas que se dan cuenta con una mezcla de sorpresa y felicitación de mi cambio, una de ellas mi novia, que no me ha visto pero me ha pedido por favor que me hiciera una foto. Vale, no voy vestido como angua, pero tengo miedo que ese afán por el desparrame visual en la indumentaria se me contagie. Creo que me están entrando ganas de leer libros de Orson Scott Card...
Estar enfermo es una putada, y más cuando hace frío, ya que no puedes arriesgarte a salir ni a por tabaco. Un jodido resfriado me ha mantenido en la cama durante 4 jodidos días, impidiendo que mi fiebre bajara de los 38 jodidos grados. Además, y para colmo, el desorden del sueño ha provocado que pase las últimas 7 horas intentando dormir infructuosamente, perdido en un mar de estornudos, kleenex y lagrimones.
Sin embargo, parte de estos lagrimones se deben a que llevo tres o cuatro horas viendo los capítulos finales de la tercera temporada de Buffy: Cazavampiros, y uno está muy sensible para aguantar según que cosas. Joss Whedon es un puñetero maestro. A pesar de tener entre manos un argumento que predispone a la sobrada mística sus historias son coherentes, lógicas, y muy divertidas y emocionales. Hacía años (desde el final de Dragon Ball, creo) que no vivía tan intensamente la historia de unos personajes de ficción (gracias Angua). Supongo es que estos en concreto me recuerdan una época recientemente dejada atrás, llena de buenos y malos recuerdos, aunque casi siempre quedan los mejores, o al menos en mi caso (por ejemplo, jamás olvidaré el día en que interpreté a Elwood Blues en teatro, por diversas razones). Es una época de gran tránsito emocional, por eso las historias de Willow, Oz, Buffy, Xander, etc... me ponen tan melancólico. ¿O será la fiebre?
Me da igual. El caso es que estoy disfrutando de nuevo una historia en el plano emocional, y eso no me sucedía desde que pisé por primera vez la facultad de Comunicación Audiovisual. Fue entonces cuando la obsesión por cámaras, ángulos, iluminación, montaje, etc. sustituyó a la historia en mi mente. Siempre he defendido la teoría de que lo más importante del cine es la imagen, no la historia (/me se postra ante Jordi Sánchez), pero en el caso de esta serie soy incapaz de fijarme en esas cosas, de lo enganchado que estoy a la trama. Y además tiene pequeñas perlas, como el capítulo Once More With Feeling o Zepo que demuestran que en un medio tan cuadriculado como la TV también se puede ser original, innovador y excelente en el plano de la realización.
Comprobación del termómetro: 38,3. Ruth, creo que hoy tampoco voy a poder venir. Te llamaré al mediodía para ver si puedo ir por la tarde, que ya me sabe mal.
Cuando se envía un cómic a la imprenta hay que hacer antes una maqueta. Consiste en una serie de hojas especiales, con las sangrías y los márgenes marcados, que hay que encolar en forma de librito y sobre las cuales hay que adherir con celo fotocopias de las páginas del cómic para que los de la imprenta tengan una guía.
Ahora mismo estamos realizando unos fascículos de un conocido superhéroe Marvel para PdA. Son 32 fascículos de 80 págs. cada uno, y yo me estoy encargando de hacer las maquetas.
El proceso de fabricación es el siguiente:
Plegar, igualar, enganchar, aplanar, numerar...
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A veces, incluso tu mayor afición puede convertirse en algo tedioso y monotono.
Siguiendo mi estela freak, estos últimos días he tenido la oportunidad de probar dos juegos de cartas que me han dejado gratamente sorprendido. Se trata de Bang! y de Ciudadela.
El primero, Bang!, nos mete de lleno en el mundo del spaghetti western. De 4 a 8 jugadores se enfrentan en un duelo al más puro estilo O.K. Corral. Al principio se reparten las cartas de rol (sheriff, ayudante del sheriff, forajidos y renegado). Cada uno guarda celosamente su rol excepto el sheriff, que lo anuncia al principio, y el objetivo es adivinar quien son los demás para poder matar a los enemigos. Para ganar, los forajidos deben matar al sheriff, el sheriff y sus ayudantes deben matar a los forajidos y al renegado, y el renegado debe ser el último en quedar vivo. En este juego es básico el concepto de distancia. Las personas sentadas a tu lado están a distancia de 1, las que están a dos sillas de distancia a 2, etc. Para reducir y aumentar la distancia hay cartas de equipo como armas y caballos, además del barril, que te protege de los disparos. Otra gran idea es la de personajes, que se reparten aleatoriamente al principio. Hay más de 10 para elegir, y cada personaje tiene una habilidad característica y unos puntos de vida. La idea es que en cada turno los personajes disparan contra aquel que creen su enemigo, que puede jugar un mancato (una carta que hace fallar el tiro), y hay que conseguir eliminar a los enemigos cuanto antes. Todo esto se ve aderezado por cartas extra que permiten robar más, disparar más y mejor, robar al contrincante, etc. Lo divertido llega cuando se producen confusiones de rol, y el sheriff dispara a su ayudante, o un forajido acribilla a otro, etc. En resumen, un juego rápido y preciso, bien ambientado, sencillo y muy divertido.
El Ciudadela, en cambio, es un juego más táctico, más imbuido del espíritu del póquer y a mi gusto, mucho mejor. A grandes rasgos se trata de construir ochos distritos, jugando con monedas de oro, cartas y, lo más importante, personajes. Cada turno, el Rey de la anterior ronda escoge un personaje en secreto, y le pasa el mazo al de su derecha, y así hasta que todos tienen un personaje. Cada uno tiene habilidades propias y su orden de juego, que es el siguiente:
1-El Asesino: mata a un personaje, que no podrá jugar ese turno.
2-El Ladrón: Roba todas las monedas de un personaje excepto del Asesino.
3-El Mago: intercambia sus cartas con la biblioteca o con otro jugador.
4-El Rey: permite empezar a escoger personaje la siguiente ronda.
5-El Obispo: no se le pueden destruir distritos.
5-El Mercader: Recibe una moneda de oro.
6-El Arquitecto: Permite coger dos cartas adicionales de distrito.
8-El Condotiero: Puede destruir un distrito pagando su coste.
El turno se sucede de la siguiente forma: en el orden arriba citado, cada jugador anuncia su rol, juega su habilidad de personaje si lo desea y seguidamente, o coge una carta de distrito o coge dos monedas de oro. Luego puede bajar distritos, cada uno de los cuales cuesta un cierto número de monedas, y al final de la partida, cuando alguien tiene ocho distritos, el valor en monedas de todos ellos se suma, y gana el que tiene mayor número de puntos (no interesa bajar distritos de 1 o 2 monedas por que luego apenas cuentan). Además hay Maravillas, distritos con habilidades propias.
El caso es que, en cada turno y según como vaya la partida, cada jugador tiene un interés particular en una de las habilidades de los personajes. Por ejemplo: si tienes muy malas cartas de distrito te interesa pillar al Mago para cambiarlas. Si te faltan cartas, al Arquitecto. Si alguien va muy bien, el Asesino para matarlo o el Condotiero para reventarle un distrito. Si vas muy bien, el Obispo para que no te fastidien, etc. Pero, cuando se juega el ladrón o el asesino hay que anunciar el personaje, no el jugador, con lo que hay que intuir que personaje ha cogido el jugador al que quieres robar o asesinar. La intuición es la clave, por lo que hay que mantener mirada de póquer SIEMPRE, y evitar ser muy evidente, por que si no te machacan. Muy divertido, y las partidas son largas y muy tácticas.
Estos dos juegos son todo un vicio, y además son bastante baratos (11 y 20 respectivamente). Si os gustan este tipo de juegos, no lo dudéis, son una buena compra.
Este último fin de semana me ha hecho darme cuenta de los increíblemente freak que me estoy volviendo. Algunos dirán que es imposible convertir el pan en pan, pero hasta yo me estoy asustando.
Dos días ocupados al 100% en partidas de Blood Bowl, mapas del Heroes of Might & Magic IV, pantallas de Buffy: The Vampire Slayer, palabras de un guión para un corto de terror-gore que estoy preparando y, lo más vergonzante, horas perdidas intentando sacar los acordes de las canciones de Once More With Feeling, el capítulo musical de Buffy (gracias a Angua por engancharme, como si no tuviera suficiente...). Lo peor es que lo estoy consiguiendo poco a poco, y me muero de ganas de tocar Walk Through the Fire con mis amigos (necesita al menos 4 voces, lo malo es que no tenemos a James Marsters a mano). Al menos he conseguido evitar la convención de Stargate SG-1 a la que mi novia quería arrastrarme...
Lo que me retiene de tirarme por la ventana de lo políticamente correcto es que todo esto lo hago con pasión. He empezado mil guiones, y todos han quedado colgados por pura vagancia. He dejado a medias mil torneos de Blood Bowl. He rehusado aprenderme los acordes de mil canciones al ver que llevaban novenas.
Ahora no.
Noto desde hace algún tiempo unas ganas terribles de terminar aquello que empiezo, de recoger frutos en lugar de sembrar perpetuamente y olvidarme de regar. Una canción de Live llamada elocuentemente Freaks reza Would you call them freaks... Or would you call them gods?. Si se es un freak, la mejor manera de ser un Dios es con pasión y dedicación, y me alegra notar que estoy recuperando ambos tras años de contemplativa vagancia.
Sweet's Song
Whyd you run away?
Dont you like my
style?
Why dont you come and play?
I guarantee a great big smile.
I come from the imagination
And Im here strictly by your invocation.
So what do you say
Why dont we dance a while?
Im the how to swing.
Im the twist and shout.
When you gotta sing,
When you gotta let it out.
You call me and I come a-runnin.
I turn the music on, I bring the fun in.
Now were partyin, thats what its all about.
Cause I know what you feel, girl.
I know just what you feel, girl.
So youre like a good demon? Bringing the fun in?
All these melodies, they go on too long.
Then that energy starts to come on way too strong.
All those hearts lay open that must sting.
Plus some customers just start combusting.
Thats the penalty when life is but a song.
You brought me down into this town
So when we blow this scene,
Back we will go to my kingdom below
And you will be my queen.
Cause I know what you feel, girl.
No, you see, you and me
Wouldnt be very regal.
Ill make it real, girl.
What I mean, Im fifteen
So this queen things illegal.
I can bring whole cities to ruin
And still have time to get a soft-shoe in.
Well, thats great but Im late
And Id hate to delay her.
Somethings cooking, Im at the griddle.
I bought Nero his very first fiddle.
Shell get pissed if Im missed,
See my sisters the Slayer.
Now were partyin.
Thats what its all about.
What a lot of fun
You guys have been real swell
And there's not a one who can say
This ended well
All those secrets
You've been concealing
Say you're happy now,
Once more with feeling
Now I gotta run
See you all... in hell!
Hilton Battle & Michelle Tratchenberg (Buffy, Once More With Feeling)