Tras dos meses de estrés sin escribir, vuelvo a mis queridas hojas verdes para hacer un pequeño resumen de lo que fue la 22ª edición del Salón del Cómic de Barcelona.
Solo tres palabras pueden definir lo que este Salón ha supuesto para mí: diferente y agradablemente agotador. Hace cinco años decidí en este mismo evento que mi vida estaría ligada a los cómics. Cinco años después me he visto trabajando en el stand más grande del Salón, encargándome de los autores, las sesiones de firmas, coordinando los aspectos más públicos de la editorial y negociando nuevas ediciones. Y ha sido como un sueño.
El jueves, día tranquilo por antonomasia, aproveché para ir de compras y dejarme una pasta en cientos de cosas, entre las que se encuentran una innumerable cantidad de muñecos de Saint Seiya, chapas freaks (gracias a Patrick y al Hombre Mosca), el Crisis en Tierras Infinitas y una Game Cube, entre muchas, muchísimas cosas más. La verdad es que buscaba comprar algún que otro original Marvel, pero la tienda que normalmente los trae al Salón no acudió este año, así que decidí gastarme mis uros en otras cosas. Además, llegó el primero de mis 6 invitados: Gon, una de las tres personas del mundo por las que me dejaría lobotomizar. Adrik el Grande y su séquito sevillano, formado por Pichi, Karmona y Sonia, llegaron el viernes por la mañana, seguidos de cerca por Quique desde las (no muy) lejanas tierras aragonesas. Y a partir de aquí empezó la vorágine.
A lo largo de los tres días siguientes conocí a autores como Joe Sacco, Salvador Larroca, Mark Waid, José Muñoz y el increíble Nicholas De Crecy, con el que tuve el placer de compartir una comida y una maravillosa vista del atardecer en el puerto de Barcelona, algo que no dudó en plasmar en unas hojas que me gustaría ver terminadas algún día. Además compartí inquietudes con mi mentor, Cels Piñol, estudié proyectos con David Baldeón y el Hombre Orgánico y pude saludar a muchos otros amigos, como Jamfris, Angua, Raul, Carol, Ghanima, Toni, Sota, David, etc., siempre acompañado por mi adorada Lilith.
Atravesé muchos momentos con todos ellos, pero sin duda el mas destacable, fue la sesión de firmas que mis dos autores noveles más queridos, Adrik y David, autores de La Batalla de Monjuic: Redux, llevaron a cabo el domingo por la mañana junto a Cels Piñol. Un momento emotivo, ya que aquel que quería ser guionista veía nacer su carrera como guionista, aquel que deseaba dibujar conseguía publicar su primer cómic profesional, y el que anhelaba trabajar en el mundillo del cómic era el editor artífice del momento que les apoyaba. Inolvidable.
Pero como todo en la vida, el Salón llegó a su fin, y con tristeza y un cansancio reseñable vi cerrar las puertas de la Estación de Francia y suspiré mientras trenes y autobuses alejaban a mis amigos de mí durante un tiempo que deseo no sea muy largo.
Y siento ponerme críptico aunque la mayoría no lo entenderán, pero en cuanto les vuelva a ver, con un percebe en la mano, les gritaré Hola, que taaaaaaaaaaal".